Os animo (y me animo a mí misma) a sacar un rato para leerlo(supongo que no soy la única que siento que llego siempre tarde a la preparación de la venida del Niño Dios)
Frente al cansancio y al desconcierto de muchos, se plantea la cuestión:
¿de qué fuente vivimos?
Desde siglos antes de Cristo, ya el profeta Isaías mostró
una fuente cuando escribe: «Los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas, corren sin cansarse y marchan sin
fatigarse.»
Son más numerosos que otras veces los que no encuentran
esta fuente. Incluso el nombre de Dios se ha cargado
de malentendidos o ha sido completamente olvidado.
¿Habría una relación entre este oscurecimiento de la fe y
la pérdida del gusto por vivir?
¿Cómo desobstruir en nosotros la fuente? ¿No será estando
atentos a la presencia de Dios? Ahí podemos sacar
esperanza y alegría.
Entonces la fuente mana de nuevo y nuestra vida adquiere sentido.
Llegamos a ser capaces de asumir nuestra existencia: recibirla como un don y entregarla por nuestra parte a los que nos son confiados.
Incluso con una fe muy pequeña se realiza una transformación:
ya no vivimos centrados en nosotros mismos.
Abriendo a Dios las puertas de nuestro propio corazón,
preparamos también el camino de su venida para muchos
otros.
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